Accede al trono tras la muerte de su padre García Sánchez II en
el año 1000. Vivió el fin de Almanzor y del califato de Córdoba, que
supuso el inicio de los reinos de taifas.
Esta
situación de debilidad musulmana le permitió acrecentar su reino,
aunque en esta ocasión a costa de los demás reinos cristianos, llegando
en 1034, a unificar todo el territorio cristiano peninsular bajo su
corona, aunque de forma breve.
Por un lado era ya rey de Navarra y
conde de Aragón. En 1016, aprovechó las disputas sucesorias en el condado
de Sobrarbe-Ribagorza, para hacerse con su control, al ser también él,
descendiente del último conde. Su superioridad militar posibilitó que
en 1019, tuviese el condado bajo su control.
En
1016, firmó un tratado que fijaba las fronteras entre Castilla y
Navarra, causa de varios conflictos en épocas anteriores, dando paso a
un buen clima de relaciones entre ambos territorios, que se habían
iniciado en el 1010 al contraer matrimonio, una de las hijas del conde
castellano lo que posteriormente le convirtió en el nuevo conde de
Castilla.
La debilidad del condado castellano, fue aprovechada por el rey
leonés, Alfonso V, para recuperar parte de su control sobre este
territorio cada día más autónomo, ocupando los territorios comprendidos
entre el Cea y el Pisuerga. Se inicia así un conflicto que llega a u
momento más álgido en 1034 cuando Sancho Garcés III conquista Astorga y
León. Poco después Alfonso V recuperará León.
La
muerte en 1035 de Sancho Garcés III pondrá fin, en parte, al
conflicto, al repartir el reino entre sus hijos, momento importante, ya
que posibilita la aparición de Castilla y de Aragón como reinos. Así
García Sánchez III recibe el reino de Navarra, ampliado con posesiones
en Aragón y Castilla; Fernando I recibe Castilla; Ramiro recibe Aragón;
y Gonzalo el condado de Sobrarbe y Ribagorza.